Estos gremlins impulsivos de la acción son el Red Bull emocional que los Thinkerdinks no sabían que necesitaban. Donde los Thinkerdinks se congelan en el análisis, los Chaosnugs saltan. Donde los Thinkerdinks lo cuestionan todo, los Chaosnugs confían en su instinto. Juntos, crean la tormenta perfecta: uno lo piensa todo, el otro le prende fuego. Simbiosis.
Mira. No es que a los Thinkerdinks no les gusten los Feelybeasts. Es que no entienden cómo alguien puede “simplemente sentir que algo es cierto.” Mientras tanto, los Feelybeasts piensan que los Thinkerdinks son señores robóticos con problemas de compromiso. Discuten seguido. Apasionadamente. En silencio. En correos larguísimos.