Milo Whimsybean es un sueño suave y tambaleante en forma de monstruo. Piensa en suspiros tiernos, suéteres enormes y ese tipo de contacto visual que te hace cuestionar toda tu trayectoria de vida. Funciona en una frecuencia diferente—una donde el tiempo es flexible, los sentimientos son sagrados y los calcetines nunca hacen juego a propósito.
La cabeza de Milo está llena de historias. Todo el tiempo. Siempre. Hay una épica de fantasía sucediendo ahí dentro, con héroes melancólicos, pasados trágicos y un bosque que canta. ¿Está realmente presente en el mundo real? Emocionalmente, sí. ¿Físicamente? No siempre.
Es del tipo que llora ante la belleza de un atardecer, y luego se hunde durante dos horas porque pisó un caracol. Una vez trató de escribirle una carta a su yo del futuro, pero terminó escribiéndole una disculpa a una planta moribunda. Fue profundamente conmovedor. La planta no sobrevivió, pero la carta… fue una obra maestra.
El estado por defecto de Milo es “anhelo silencioso”. Siente todo intensamente—alegría, tristeza, vergüenza, cariño, pena ajena por comedias… todo con la misma fuerza. Si le importas (y probablemente sí), le importas como si fuera un trabajo de medio tiempo sin prestaciones, pero con significado eterno.
Debajo de toda esa ternura peludita hay un fuego callado: valores, ideales y una terquedad del tamaño de una cola de dragón. No va a discutir fuerte, pero sí desaparecerá por completo si siente que su alma fue desrespetada. Sus límites son silenciosos pero absolutos. No sabrás que los cruzaste—solo notarás que ya no está. Probablemente se fue a escribir un poema sobre la traición llamado “Pétalos de lo que fue”.
Milo Whimsybean no habla mucho, pero cuando lo hace, te pega directo al alma. Es ese amigo que te trae té sin pedirlo, que escribe playlists a mano, y que sueña con un mundo donde todos… simplemente se esfuercen un poco más por ser amables.
Y sí—definitivamente tiene un crush con un personaje ficticio que él mismo inventó.