Luna Fernblorp es un delicado sueño despierto atrapado en un mundo lleno de ruidos fuertes y bordes duros. Habla con fluidez el idioma de las flores. Una vez hizo un collage de hojas tan hermoso que hizo que alguien reconsiderara toda su vida. No sabe hacer su declaración de impuestos, pero sí puede sentir una tormenta eléctrica en los huesos antes de que caiga la primera gota.
Luna no habla mucho. No porque sea tímida—sino porque las palabras son torpes, y sus emociones son explosiones de acuarela que no caben en oraciones ordenadas. Se expresa con danza interpretativa, metáforas vegetales, y miradas súbitas y devastadoras.
Es sensible. Profundamente. A nivel existencial. Una vez susurró “te amo” a un hongo. Le pide perdón a las sillas cuando las choca. Si levantas la voz cerca de ella, parpadeará tres veces y desaparecerá en el bosque hasta que pueda rearmarse emocionalmente con musgo y música acústica.
Pero no confundas la dulzura de Luna con debilidad. Tiene opiniones. Nunca grita, pero puede mirarte con tanta decepción silenciosa que tu alma se doble por la mitad. Sus estándares son altos, sus valores inamovibles, y su sentido de la belleza es prácticamente una religión.
Es una paradoja andante: un lobo solitario que necesita abrazos, un alma pacífica con un fuego interno intenso, una artista que llora por los animales atropellados pero te hará ghosting si traes las vibras equivocadas.
Vive como un poema que olvidaste cómo leer—hermoso, confuso, y siempre un poco fuera de alcance. Si te ama, no te lo dirá. Te pintará algo, prenderá incienso, y dejará un regalo hecho a mano debajo de tu almohada con olor a lavanda y evolución emocional.
Luna Fernblorp no pertenece a este mundo. Pertenece a un terrario de amabilidad y luz tenue. Pero está aquí. Y si eres lo suficientemente silencioso, puede que la veas sonreír al ver cómo la luz toca el polvo—y vuelvas a enamorarte del mundo.