Lo que esto dice sobre ti
No hablas a menos que lo digas en serio.
No te mueves a menos que haya un motivo.
Y cuando algo se rompe—física, emocional o silenciosamente—tú ya lo estás arreglando antes de que los demás siquiera se den cuenta. No por reconocimiento. No por drama. Simplemente porque puedes.
Tu mundo es práctico, tranquilo, eficiente. No haces drama. Haces acción. Si hay un problema, lo resuelves. Si hay una emoción, la desmontas buscando la lógica detrás. Ese es tu lugar cómodo: manos ocupadas, sin charla innecesaria, con el caos al mínimo.
Piensas con las manos. Sientes en movimiento. No siempre sabes qué decir, pero sabes qué hacer. Ese instinto silencioso te hace firme en el caos, claro en la confusión, y frustrantemente difícil de leer.
La gente piensa que no te importa. Ese es el error. Te importa mucho. Solo que no ves la necesidad de decir lo que se puede demostrar. Y a veces, cuando el ruido es demasiado o las emociones se enredan, desapareces—no para herir, sino para reencontrar tu centro.
No eres distante. Estás enfocado. No eres frío. Solo eres reservado. Y cuando dejas entrar a alguien, significa algo. Porque no lo hiciste por apariencia. Lo hiciste porque se sintió real.
La gente no te quiere porque eres útil. Te quiere porque eres tú. Silencioso. Capaz. Y de alguna manera, siempre con una llave inglesa en la mano.